Resumen
Las alarmantes cifras de sobrepeso y obesidad que afectan a la mayoría de los países desarrollados y en vías de desarrollo han dirigido desde hace tiempo la atención de expertos e instituciones a intentar frenar este problema hacia el estudio de las conductas diarias en relación a la actividad física y el sedentarismo. Para la mayoría de ciudadanos las horas dedicadas a realizar un esfuerzo físico durante el desarrollo de su actividad profesional, en el hogar o al desplazarse de un lugar a otro son mínimas. Por el contrario, la inactividad física se posiciona como el cuarto factor de riesgo de mortalidad por enfermedad no transmisible y una persona que no sea suficientemente activa incrementa en un 20 a 30% el riesgo de morir por cualquier causa según la OMS. El problema por tanto tiene una doble vertiente, por un lado no practicar ejercicio conlleva que no disfrutemos de los beneficios que conlleva su práctica, y por otro lado porque el conocimiento actual apunta a que los efectos fisiológicos de la inactividad física sobre el organismo no son meramente el reverso de los efectos positivos que ocasiona realizar ejercicio. Por tanto, hay que combatir la falta de realizar actividad física y el exceso de sedentarismo por separado.
Las recomendaciones actuales de la OMS para adultos (incluidos los mayores de 65 años) son de al menos 150 minutos/semana de una actividad física aeróbica de intensidad de moderada a vigorosa, al menos dos días de entrenamiento de la fuerza y en los mayores ejercicios para mantener el equilibrio y la coordinación. A falta de unas recomendaciones oficiales se debe romper las conductas sedentarias cada 30 minutos, al menos levantándose de la silla y andando 1 minuto, y no acumular muchas horas seguidas en una conducta sedentaria como puede ser estar sentado.
En el artículo se profundiza en los mecanismos fisiopatológicos que explica los beneficios de la actividad física y los perjuicios del sedentarismo en la mayoría de las enfermedades no transmisibles (hipercolesterolemia, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cáncer, sarcopenia, enfermedades neurológicas) y no solo en la obesidad, cuya relación es más incierta. De hecho, se puede tener cierto sobrepeso, tener buena condición física y estar metabólicamente sano. Los autores abogan por que la actividad física se introduzca en atención primaria como herramienta preventiva y terapéutica, que sin ser una panacea, contribuye a un mejor estado de salud y a una mayor calidad de vida. Los profesionales de las Ciencias del Deporte deben formar parte del equipo multidisciplinar encargado de supervisar los programas de actividad física y de entrenamiento para los distintos sectores de la población.
Autores:
M. González-Gross
Grupo de Investigación ImFINE. Departamento de Salud y Rendimiento Humano. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte-INEF. Universidad Politécnica de Madrid. CIBERobn (Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición CB12/03/30038), Instituto de Salud Carlos III, Spain. CIBER.
http://nutricionclinicaenmedicina.com/images/flash/nutri140204/index.html
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